Racacha:  El tesoro andino que resiste el olvido en las alturas de Cotahuasi

Racacha: El tesoro andino que resiste el olvido en las alturas de Cotahuasi

Jacqueline Camargo – Revista Lombriz. En los fértiles valles de la costa peruana, como Ocoña, Camaná y Majes, la racacha fue durante siglos un cultivo frecuente y apreciado. Sin embargo, el paso del tiempo, los cambios en los sistemas agrícolas y la preferencia por otros cultivos han hecho que esta raíz andina, también conocida como arracacha, laqachu, birraca o zanahoria blanca, sea hoy una rareza difícil de encontrar.

Pese a ello, en las alturas de Anchi, en Mungui – Pampamarca, provincia de La Unión (Cotahuasi), Reyna Ludeña Chávez mantiene viva la tradición y el orgullo de cultivar racacha a 2,500 metros sobre el nivel del mar.

La racacha (Arracacia xanthorrhiza), perteneciente a la familia de las apiáceas, es una planta originaria de los Andes de Colombia, Ecuador y Perú, donde se encuentra la mayor diversidad genética.

En quechua se le conoce como laquchu, rakkacha o huiasampilla; en aymara como lakachu o lecachu; mientras que en Venezuela se llama arracacha o apio criollo, y en Ecuador, zanahoria blanca. En el Perú, además de “racacha”, recibe nombres como birraca o virraca, y en Cusco existen variedades locales con denominaciones propias como toctocha, ñ’utu q’ello o allq’o raccacha.

VALOR NUTRICIONAL

La racacha se caracteriza por su tronco cilíndrico corto, brotes superiores y hojas compuestas. Sus raíces tuberosas, blancas o moradas, tienen forma de zanahoria y son la parte más apreciada para el consumo.

Su inflorescencia presenta pequeñas flores púrpuras. Es una planta adaptada a climas cálidos a templados, desde los 600 hasta los 3,200 msnm, y requiere suelos sueltos, bien drenados y precipitaciones superiores a 600 mm/año.

Su valor nutricional es notable: las raíces contienen entre 10% y 25% de almidón de fácil digestión, además de altos niveles de calcio, fósforo, hierro, niacina, vitamina A, B6, B2, ácido ascórbico, proteínas, fibras y carbohidratos. Esto la convierte en un alimento ideal para niños, adultos mayores y personas con digestión sensible.

 

USOS Y VARIEDADES
Alimenticio: Las raíces se consumen cocidas, fritas o en guisos, y las hojas tiernas pueden comerse crudas o cocidas.

Medicinal: Tradicionalmente se le atribuyen propiedades galactóforas y efectos positivos contra afecciones urinarias.

Forraje: Toda la planta es aprovechada para alimentar cerdos y vacunos.

 

La racacha se propaga principalmente por tallos basales, ya que las semillas botánicas son poco utilizadas. El ciclo productivo es largo, entre 10 y 12 meses, y cada planta puede producir de seis a diez raíces y hasta 40 brotes.

Las siembras se realizan entre setiembre y diciembre, y los rendimientos normales oscilan entre 5 y 10 toneladas por hectárea, aunque en condiciones óptimas se han reportado hasta 40 t/ha.

Uno de los principales problemas es la falta de estudios agronómicos, fisiológicos y de mejoramiento genético, lo que limita su expansión y adaptación a nuevas condiciones. Además, la racacha no tolera las heladas, lo que restringe su cultivo a ciertas altitudes y climas.

DE LA CHACRA A LA MESA

En Mungui, Reyna Ludeña y su comunidad mantienen viva la costumbre de consumir racacha en caldos, estofados y picantes con cuy, aprovechando su sabor y valor nutritivo. La siembran en los bordes de canales o surcos de otros cultivos, combinando saberes ancestrales con la necesidad de diversificar la dieta.

Pero la racacha no es el único orgullo de Mungui. En los últimos años, la producción de paltas Hass y Fuerte ha crecido, y aunque el traslado es difícil por la geografía accidentada, los productores sueñan con exportar su fruta. Además, cultivan frejol panamito, caballero, morrón partido, cebada, kivicha, quinua, maíz y producen miel pura de abeja, mostrando la riqueza y diversidad de la agricultura local.

La racacha, domesticada antes que la papa y el maíz, es una de las plantas más antiguas de los Andes y parte esencial del patrimonio alimentario peruano. Aunque hoy es difícil encontrarla en los valles costeros donde alguna vez reinó, su presencia en las alturas de Cotahuasi es símbolo de resistencia y esperanza.

Rescatar y promover su cultivo no solo es un acto de conservación, sino también una apuesta por la seguridad alimentaria, la diversidad agrícola y el orgullo de nuestras raíces.